martes, 6 de mayo de 2014

Etiquetas: psicólogos o contrapsicólogos.

En los últimos tiempos, he sido partícipe de varios debates y he leído varios artículos acerca de la supuesta "etiquetación" que realizamos psicólogos clínicos y psiquiatras con nuestros pacientes. Parece estar de moda, no sé, nos pensaremos que es algo muy nuevo esta discusión. Pero lo que más me sorprende es que todas las opiniones que he oído/leído (si hay alguien discordante,¡por favor, que hable!) están a favor de "no etiquetar". Bien. Lo primero es que, a mí parecer, estamos confundiendo términos y realidades. No, señores y señoras, dar un diagnóstico a un paciente NO es etiquetarle. Cuando utilizamos este término sí que estamos dando a entender que podemos concebir a los seres humanos cual productos, reductibles, simples, intercambiables. Tenemos que partir de la premisa de que eso no es verdad, de modo que "etiquetar" en sí queda absurdo referido a un ser humano, y quien trate a una persona como algo "etiquetable", sí que está cayendo en un error. Eso sí es ser mal profesional. De modo que hablemos propiamente y refirámonos al diagnóstico. ¿Es una persona meramente un diagnóstico? ¿Son las clasificaciones diagnósticas válidas? ¿Recogen toda la diversidad de problemas y matices de los seres humanos? ¿Es completamente correcto partir de un modelo médico que crea y cree en entidades nosológicas separadas? NO. No hay que ser un genio para responder a estas preguntas, son todas las críticas que se le han hecho al DSM y la CIE, entre otras clasificaciones. Pero a veces nos olvidamos también de sus ventajas: permiten la comunicación entre profesionales, la creación de inventarios, de investigaciones, te pueden hacer advertir detalles que no habías evaluado o de los cuales no te había percatado, entre otras cosas. Claro que están llenas de intereses económicos y de muchas índoles, claro que no son verdades absolutas. Esa es otra de las premisas de las que deberíamos partir y no olvidar. Pero todo esto, lo es desde el punto de vista del profesional. Que podemos seguir discutiendo años y años sobre si "ese trastorno no debería estar conceptualizado así" o "ahora me enfado y no uso DSM" y blablabla (por favor, nótese el toque de humor, aquí cada uno que use lo que quiera partiendo de su propio criterio). Pero ¿y el paciente? ¿Nos ponemos en el punto de vista del paciente? Se supone que todos aquellos que defienden el NO diagnóstico, sí lo hacen. Dicen que puede hacer sentir a la persona una enferma, o crear un problema grave donde sólo hay una disfunción o una crisis vital, encasillarla y no permitirla avanzar. Pues bien, eso NO es problema del diagnóstico, es tanto problema del profesional como del paciente en sí. Si tú no sabes transmitirle que a pesar de tener un TLP es mucho más que eso y que tiene inquietudes, sueños y virtudes, que saber qué es un TLP le puede ayudar a conocerse a sí mismo y a identificar qué patrones puede cambiar y con cuáles ha de estar alerta, si el paciente no advierte eso, es responsabilidad tanto del profesional que no sabe transmitirle adecuadamente la información, como del propio paciente que se refugia en un diagnóstico para no avanzar y tener justificación para todos sus males. Pero es que eso le puede ocurrir lo mismo con diagnóstico o sin él. Bien, eso es una parte de la realidad clínica y obviamente hay que evaluar en cada caso hasta qué punto realizar un diagnóstico "oficial" por así decirlo o no (aunque fuera de lo clínico, en los burocrático se necesita el diagnóstico para muchas tramitaciones, pero bueno) y evaluar no solamente trastornos, sino el nivel de adaptación y la vida general del paciente. Pero es que hay otra parte, señores y señoras. Esas personas que llevan tiempo sufriendo, que no entienden qué les ocurre y que, a veces, el diagnóstico les puede ayudar a comprenderse, a aliviar su dolor porque por fin saben qué les ocurre. Eso lo vemos mucho mejor en el mundo de la medicina, pero en la psicología clínica y la psiquiatría aún nos andamos con pies de plomo. ¿Y la familia? ¿No le puede ayudar y ser útil también a la familia?

Con esto no pretendo hacer apología del diagnóstico. Ni de lo contrario. Quiero resaltar que en la historia de la ciencia siempre ocurre lo mismo: una postura radical, la opuesta y, finalmente, el punto intermedio. Y que si tanto criticamos la "etiqueta/diagnóstico", al discutir sobre ella/o como algo "global y universal que afecta a todas las personas por igual", si hacemos eso, discúlpenme, somos los primeros que estamos reduciendo a los pacientes a hechos simples.

Así que nada, recordemos que somos psicólogos clínicos y psiquiatras críticos, sí, con nuestra labor y con la ciencia, pero no contrapsicólogos ni antipsiquiatras.

Por último, como reflexión  y apunte personal (como si todo lo anterior no lo hubiera sido ya), ya que hablamos de etiquetas, ¿qué ocurre con las etiquetas positivas? No parece que nadie se alarme por decir de alguien "es que es optimista" o "extravertido". Como si eso sí pudieran ser verdades universales. Y en relación a lo positivo de cada ser humano, no estaría mal que los profesionales recalcáramos más la parte buena, funcional, adaptativa...etc de los seres humanos. No es que esta sea una idea nueva, pero parece que la tenemos olvidada cuando hablamos permanentemente de problemas/trastornos/desadaptaciones.

Así que qué tal si redefinimos el diagnóstico/etiquetado y lo enriquecemos, lo completamos.
Qué tal si en vez de discutir entre nosotros, nos fijamos en qué siente de verdad el paciente y qué necesita de nosotros.

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